There is choreography in traffic jams
A weird poetry in people walking by
There is music in the streets
And harmony in machines
...
A weird poetry in people walking by
There is music in the streets
And harmony in machines
...
Tanto por escribir hoy... me siento, respiro, allá voy (tengo ganas de liarme un cigarro, pero lo soportaré).
No es que me haya olvidado de este cacharro que de tantos líos me saca (escribir, me desahoga). Hemos estado de bajona. Creo que se olía, desde los últimos escritos. Paré por que me estresé un poco, pero nunca me olvido, y los chorros de letras me acosan a menudo (ahora no es el momento, pero intentaré enhebrar un par de palabras).
Ese día, más o menos, empecé a llevar mi bicicleta a la universidad. Ya no era yo sola la que recorría los trenes cada día -la que no se dejaba recorrer por los trenes-, ahora somos dos.
Probablemente, ese día también empecé a sentirme mejor, y entonces, ya tenía una dosis de alegría diaria, a plazo fijo. Yo, mi crisis, la crisis económica, todos nos vemos mejor desde ese día.
Madrid está un poco irreverente, por eso decidí irme a Granada la semana pasada. Cogí un autobús-guagua de improviso, corriendo. Era yo la que lo cogía, para plantarme en Granada. Que no es lo mismo que, me dejase coger por él, y me plantara en Granada. Así que, cinco horas de tierna travesía peninsular me hicieron replantearme la situación geográfica. Todavía soy canaria, y no dejaré de sorprenderme cada vez que coja un medio de transporte en el que el viaje dure más de una hora (sin contar los barcos, claro está).
Allí me reencontré con Carlota, gran reencuentro. Y más grande aún al saber que era la primera vez que nos veíamos en España. Después de darle tantas vueltas al coco, nos coge desprevenidas otra certeza mínima, pero básica.
Granada, impresionante. Como todo lo que está fuera de Madrid.
La vuelta a Madrid: cariñosa, coqueta,... Aunque parezca lo contrario, no tengo intención de meterme con esta ciudad. Ya bastante ha cobrado mi karma por los errores del pasado -y el que lo sepa, sabe a que me refiero-. Madrid no me está tratando mal. Lo he pensado un poco, una vez más, y creo que por unas semanas he sido la niña más mimada de Madrid. Aunque ya no sea ni niña, di de Madrid. Entre bicicletas, invitaciones, planes, fiestas, llamadas. No he parado. Madrid la he compartido un poco con Anna, y es un placer hacerlo. Sobre todo porque con ella puedo hablar de Roma. No demasiado, que aún duele. Pero aproximamos los polos irreconciliables.
Pues eso, lo que decía: Madrid bien, muy bien. Tengo la sensación de que este está siendo un tiempo, que en algún día, en algún momento, echaré de menos. Resiliencia, lo llaman por ahí.
Esta semana ha sido el desdén total: Me he caído de la bici, pero no le echado la culpa a nadie, quiero decir, a ninguna ciudad. Ha hecho demasiado frío, ha llovido. Y no he bestemmiato (blasfemado). Ha sido una semana cruel para todos los cittadini en general. [Ciudadanos, en español, queda feísimo].
Yo he pasado por el tren, libro en mano, discman en mano. Coja, sin bicicleta. Me ha vuelto a asaltar la obsesión por una música, por primera vez en italiano. Vamos metiendo cosas en común, lugares comunes donde poder pararse, en un futuro. Y no ver las cosas tan distantes, ni tan radicales. Luego ha vuelto una canción a mis oídos, en la tarde de ayer:
Raquel, Marta y yo fuimos a un concierto. Raquel se va, unos volvemos y otros se van. Es nuestra vida, hay que admitirlo.
Yo, ayer por la tarde, me volví a encontrar con esta canción, de mis primeros tiempos en Madrid.
No es que me haya olvidado de este cacharro que de tantos líos me saca (escribir, me desahoga). Hemos estado de bajona. Creo que se olía, desde los últimos escritos. Paré por que me estresé un poco, pero nunca me olvido, y los chorros de letras me acosan a menudo (ahora no es el momento, pero intentaré enhebrar un par de palabras).
Qué ha pasado... Madrid Madrid Madrid,... Roma. El Otoño.
He estado bastante ocupada yendo y viniendo en trenes infernales. Un día me paré y pensé: no es que el tren pase por mí, y me teletransporte, sino es que yo paso por el tren, y voy a sitios. A veces se nos olvidan certezas tan pequeñas y banales como esas. Así somos.Ese día, más o menos, empecé a llevar mi bicicleta a la universidad. Ya no era yo sola la que recorría los trenes cada día -la que no se dejaba recorrer por los trenes-, ahora somos dos.
Probablemente, ese día también empecé a sentirme mejor, y entonces, ya tenía una dosis de alegría diaria, a plazo fijo. Yo, mi crisis, la crisis económica, todos nos vemos mejor desde ese día.
Madrid está un poco irreverente, por eso decidí irme a Granada la semana pasada. Cogí un autobús-guagua de improviso, corriendo. Era yo la que lo cogía, para plantarme en Granada. Que no es lo mismo que, me dejase coger por él, y me plantara en Granada. Así que, cinco horas de tierna travesía peninsular me hicieron replantearme la situación geográfica. Todavía soy canaria, y no dejaré de sorprenderme cada vez que coja un medio de transporte en el que el viaje dure más de una hora (sin contar los barcos, claro está).
Allí me reencontré con Carlota, gran reencuentro. Y más grande aún al saber que era la primera vez que nos veíamos en España. Después de darle tantas vueltas al coco, nos coge desprevenidas otra certeza mínima, pero básica.
Granada, impresionante. Como todo lo que está fuera de Madrid.
La vuelta a Madrid: cariñosa, coqueta,... Aunque parezca lo contrario, no tengo intención de meterme con esta ciudad. Ya bastante ha cobrado mi karma por los errores del pasado -y el que lo sepa, sabe a que me refiero-. Madrid no me está tratando mal. Lo he pensado un poco, una vez más, y creo que por unas semanas he sido la niña más mimada de Madrid. Aunque ya no sea ni niña, di de Madrid. Entre bicicletas, invitaciones, planes, fiestas, llamadas. No he parado. Madrid la he compartido un poco con Anna, y es un placer hacerlo. Sobre todo porque con ella puedo hablar de Roma. No demasiado, que aún duele. Pero aproximamos los polos irreconciliables.
Pues eso, lo que decía: Madrid bien, muy bien. Tengo la sensación de que este está siendo un tiempo, que en algún día, en algún momento, echaré de menos. Resiliencia, lo llaman por ahí.
Esta semana ha sido el desdén total: Me he caído de la bici, pero no le echado la culpa a nadie, quiero decir, a ninguna ciudad. Ha hecho demasiado frío, ha llovido. Y no he bestemmiato (blasfemado). Ha sido una semana cruel para todos los cittadini en general. [Ciudadanos, en español, queda feísimo].
Yo he pasado por el tren, libro en mano, discman en mano. Coja, sin bicicleta. Me ha vuelto a asaltar la obsesión por una música, por primera vez en italiano. Vamos metiendo cosas en común, lugares comunes donde poder pararse, en un futuro. Y no ver las cosas tan distantes, ni tan radicales. Luego ha vuelto una canción a mis oídos, en la tarde de ayer:
Raquel, Marta y yo fuimos a un concierto. Raquel se va, unos volvemos y otros se van. Es nuestra vida, hay que admitirlo.
Yo, ayer por la tarde, me volví a encontrar con esta canción, de mis primeros tiempos en Madrid.
Aquí la dejo.
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There´s every thing I need to do
A little dance for me
A little dance for me
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