martes, 12 de agosto de 2008

AGOSTO

El agosto de mis últimos dos años. O de mis últimos tres años. Ya no sé ni cuántos.
Aquí estamos, un año más. Las nubes han cubierto este lado de la isla, como cada agosto. De cada año.

Hace unos años -no sé ni cuántos- la universidad se convirtió en rutina por sorpresa y con pocas dudas y muchos derrames verborréicos entablamos vínculos. Vínculos fuertes, alianzas. Imborrables. Como la incerteza de determinadas personas en mi memoria. A fuerza, imborrables. Como las horas en los trenes y las sentadas en el césped. Como la biblioteca y las prácticas. Como los créditos, pero incontables: vínculos mucho más etéreos pero más encantadores, encandiladores. Subidas de ánimo para los tristes viernes del invierno madrileño. Para la añoranza del mar en el calor de junio, con los exámenes.

Luego Roma fue otra historia. Mucho menos dispuesta, y menos arriesgada. Debo decir que ya no era tan nueva, y estaba más cansada. Pero al final, me rendí a la evidencia. La evidencia de que los días pasan por encima de ti, y tu los estás compartiendo con algunas personas. Un camino parecido siempre, siempre diferente. La verborrea estaba callada porque el italiano se negaba. Y se negó, solo hasta que la paciencia creció lo suficiente. Muchas cosas tuvieron que crecer. No siempre a golpes, como dice el -sabio/masoquista- refranero popular. Pero también hubieron de los buenos. Aunque también, muchos soles, muchos cafés, cigarros(Henar, hazme uno!), besos, besos, besos (los de Carlota, sonoros),... Una historia mucho más compacta, pero siempre dicha, intensa.

Ahora, lo sé, el tren de Madrid me lo llevé a cuestas todo el año. Sé que también me llevaré los cafés y los cigarros de Roma, cada mañana, cada tarde, en los trenes de Madrid.

A todos y cada uno. De allí -Madrid- y de allí -Roma-. Les echo un montón de menos.
Estoy en La Palma y, cuando quieran, están todos invitados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ains!
Agosto... que modorra. En septiembre empiezo a currar de nuevo.
Que pocas ganas...